FUENTES CURATIVAS

LA FONTANA DI TREVI
Hay, desde luego, fuentes específicas a las que se atribuye un poder especial a la hora de conceder deseos. Una de ellas, probablemente la más conocida, es la Fontana di Trevi, uno de los monumentos más visitados de Roma. Se trata de la fuente más grande de la ciudad, una hermosa obra de arte barroco culminada por Nicolò Salvi en el año 1735 por encargo del papa Clemente XII. En realidad, siempre hubo una fuente allí, ya que ese era el punto final de uno de los acueductos que llevaban agua a Roma. Su nombre viene de los tres caminos (trevie) que confluían en el lugar, aunque para otros procede de una antigua leyenda según la cual el acueducto recibía el nombre de Aqua virgo. Esta tradición afirma que, en tiempos lejanos, una hermosa y virginal doncella, de nombre Trevi, fue asaltada por una banda de sucios rufianes con la pretensión de violarla. Viéndolos tan desarrapados y sedientos, Trevi se apiadó de ellos y, en lugar de asustarse, los llevó hasta la fuente para que pudieran saciar su sed. En agradecimiento a su buen corazón, los bandidos la dejaron libre sin tocarle un pelo y la fuente fue bautizada con el nombre de la doncella. La Fontana di Trevi se convirtió en una imagen mundialmente conocida gracias a la película de Federico Fellini La dolce vita, estrenada en 1960, en la que una espectacular Anita Ekberg se introduce en sus aguas en una escena memorable. En cuanto a la costumbre de arrojar monedas en su interior formulando un deseo, no se sabe con certeza cuándo se inicia, pero se ha hecho tan popular que resulta un ritual obligado para todo turista que visita Roma. En realidad, son tres los deseos que se pueden formular y tres las monedas que se han de lanzar al agua, una por cada deseo, poniéndose de espaldas a la fuente y tirándolas con la mano derecha por encima del hombro izquierdo. Según la tradición, la primera moneda asegura que se volverá a Roma; la segunda, que se encontrará el amor de un bello romano (o de una hermosa romana), y la tercera, que la relación terminará en boda, celebrada también, por supuesto, en la Ciudad Eterna. Todo un despliegue de románticos deseos.

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La Fontana Di Trevi

POZOS Y MONEDAS

No todas las ciudades pueden contar con la belleza monumental y la tradición histórica de Roma, pero eso no impide que tengan su pozo de los deseos. La magia de las monedas en el agua se da también en ciudades tan modernas como Los Ángeles (EE.UU.), en cuyo barrio de Chinatown existe uno de ellos. Al contrario de lo que ocurre con la Fontana di Trevi, este pozo no está “especializado”, es decir, se puede pedir cualquier tipo de deseo. Basta con acercarse a su borde, formular la petición mentalmente y arrojar la moneda a su interior. Pero, al igual que en Roma, la moneda ha de lanzarse siguiendo un ritual: para que se cumpla el deseo, la moneda ha de caer sobre el fondo del pozo de Chinatown con la cara hacia arriba. Si sale cruz, habrá que acumular otro deseo incumplido al pesado fardo que ya acarreamos. En ocasiones, la efectividad de algunos pozos de los deseos está asociada a la figura de santos o vírgenes en cuya generosidad confían los fieles. Es el caso del pozo que se encuentra junto a la basílica de Santa Rosa de Lima, en Perú. En ese país se tiene a la santa por bondadosa y milagrera, y el día de su festividad, el 30 de agosto, los devotos acuden en tropel a pedirle el cumplimiento de sus deseos. Santa Rosa, en su generosidad, los acepta todos, y a ella se acercan personas de cualquier estado y condición para encomendarle sus peticiones de salud, de amor, de trabajo y de dinero. Aquí no es necesario ajustarse a un ritual concreto. Basta con escribir el deseo en un trozo de papel y arrojar este al pozo, confiando en que las aguas, animadas por la bondad de santa Rosa de Lima, lo concedan.

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EL DATO
El claustro de los monasterios representa el Paraíso. Por eso se sitúa en su centro un pozo o fuente, que simboliza la Fuente de la Juventud, cuya agua mística otorga vida y eterna lozanía a quien la bebe. En ocasiones el claustro está orientado de tal forma que, partiendo del punto central del pozo, los cuatro caminos que conducen a las galerías remedan los cuatro ríos del Paraíso terrenal y señalan los puntos cardinales.
LA FUENTE DE ARETUSA:
Remedio para los amores imposibles

Disfrutar de un amor correspondido es un deseo generalizado y, en ocasiones, difícil de conseguir. En la isla de Sicilia existe una antiquísima fuente especializada en este objetivo. Está vinculada a la fundación de la ciudad de Siracusa en el siglo VIII a.C., y sus dulces aguas claras brotan en la pequeña isla de Ortigia, al borde mismo del mar al que se vierten. Se la conoce como la Fuente de Aretusa, nombre de la ninfa a la que está consagrada. Según narra la mitología, Aretusa era una preciosa ninfa al servicio de la diosa Artemisa. Un día la vio Alfeo, un cazador que andaba por los campos, y se enamoró perdidamente de ella. Pero Aretusa no le correspondía y sufría la persecución amorosa del pretendiente como un tormento. Para salvarla de tan incómoda situación, la diosa Artemisa decidió enviarla lejos: convirtió a la ninfa en un caudaloso manantial que brotaba en la lejana isla de Ortigia. Alfeo no se desanimó por tan poca cosa. Dispuesto a seguir a su amada como fuera, el cazador decidió convertirse en río subterráneo para atravesar el Peloponeso, donde habitaba, y emerger en el mar Jónico, que baña las playas de Siracusa, mezclando allí sus aguas con las dulces aguas de su amada Aretusa. Parece que, entonces sí, la ninfa aceptó el acuático abrazo. La fuente se ha convertido en el pozo de los deseos de quienes tienen amores imposibles, que arrojan su moneda al agua de Aretusa para que se hagan realidad.

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LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD
Abocados como estamos a la muerte, uno de los deseos más poderosos del ser humano es, sin duda, el de vivir para siempre, y, además, en un estado de eterna juventud. Este anhelo de inmortalidad y fortaleza aparece consignado en las más remotas mitologías: es antigua la creencia oriental de que en el centro del Paraíso y al pie mismo del Árbol de la Vida existe una fuente que otorga estos dones. Según la interpretación clásica, de ese manantial primordial brotan los cuatro ríos de la vida que señalan, a su vez, los cuatro puntos cardinales. Se trata de la Fuente de la Juventud, y quien se baña en sus aguas o bebe de ellas alcanza esos preciados dones de inmortalidad y juventud eterna. Muchos son los que han buscado esta fuente maravillosa que sacia el deseo de vida. Entre ellos, Juan Ponce de León, hidalgo que, en 1493, acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje a América y fue gobernador de Puerto Rico, donde fundó la ciudad de San Juan. Allí escuchó hablar a los indios borinqueños de la misteriosa isla de Bimini, lugar paradisíaco que, según decían, albergaba la Fuente de la Juventud. De acuerdo con sus narraciones, dicha isla se encontraba al noroeste de Cuba, navegando hacia la puesta de sol, y el agua de su fuente tenía propiedades portentosas. Quien la bebiera o se sumergiera en ella sanaba de inmediato de cualquier herida o enfermedad que tuviera y, si era anciano, recuperaba la lozanía de cuerpo y alma. A esas alturas, Ponce de León era un hombre de cierta edad y salud maltrecha por los rigores de una vida aventurera, de manera que se interesó muchísimo por ese milagroso manantial. Tanto, que solicitó del rey Fernando el Católico los oportunos permisos para descubrir y colonizar la isla de Bimini. Y en su busca zarpó en 1513 con una expedición de tres barcos. Nunca encontró la Fuente de la Juventud, pero descubrió la tierra de Florida y el canal de Bahama. Murió en 1521 en Cuba, donde se había refugiado tras ser herido en un enfrentamiento con los indios cerca de Charlotte Harbour. De haber alcanzado la isla de Bimini, las aguas de su prodigioso manantial habrían curado, sin duda, sus heridas, devolviéndole la vida y la juventud que tanto ansiaba. Las leyendas y tradiciones han apostado por otros lugares para localizar la milagrosa fuente. El escritor romántico William Morris, en su obra El pozo del fin del mundo, publicada en Londres en 1896, la imagina en un impreciso lugar de la Europa septentrional. Para llegar al deseado manantial hay que cruzar una peligrosa cordillera de montañas llamada El Muro del Mundo, alcanzar la Tierra de los Inocentes, atravesar el bosque en el que se encuentra la Casa de los Hechiceros y llegar al mar. Allí, en una playa de arenas negras, una gran concavidad de piedra recoge el agua de un manantial. Es el Pozo del Fin del Mundo y sus aguas deparan a quien las bebe larga vida y juventud perdurable. Al lado del manantial, dispuesta para que la utilice el viajero, espera una copa de oro con esta inscripción: “El fuerte de corazón beberá de mí”. Para alcanzar esa oportunidad hay que recorrer un verdadero camino iniciático hacia un destino que quizá sea espiritual y esté en el interior de nosotros mismos.

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FUENTEXCREDITOS POR
Loc_Nohr
http://www.chilecomparte.cl/index.php?showtopic=880733

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